Paula salió ilesa a contramarcha en su Axkid Minikid en un fuerte impacto en cadena

Izaskun acababa de recoger a su hija Paula del colegio y se dirigían a casa a comer mientras la pequeña de casi 4 años le iba contando todo lo que había hecho ese día en clase. Cuando menos lo esperaban, paradas en un semáforo, se vieron involucradas en un fuerte impacto en cadena. Paula, que viajaba en su Axkid Minikid, salió ilesa. Hoy, su madre ha querido compartir su historia:

Cuando me quedé embarazada busqué muchísima información sobre bebés y uno de los temas sobre los que leí fue sobre seguridad infantil. No conocía nada sobre contramarcha ni nadie de mi entorno llevaba a los niños así. Sin embargo, y aunque no me quedó muy claro el por qué, sí sabía que Paula iba a ir a contramarcha hasta los 4 años porque era mucho más seguro para ella. Posteriormente descubrí, que la edad no era tan determinante, que más bien depende de la altura y el peso y que había sistemas de retención infantil que le permitirían viajar a contramarcha más allá de los 4 años.

Primero usamos el grupo 0 que venía con el carrito que compramos para ella. Después cambiamos a un grupo 0-1 y, a medida que mi hija crecía y yo iba aprendiendo más sobre la contramarcha, descubrí las sillas Axkid. Así, con 18 meses, compramos una Axkid Minikid para el segundo coche. Estábamos tan contentos con ella que, cuando agotó el grupo 0-1 por peso, no lo dudamos y decidimos poner otra igual en el coche principal. Tuvimos suerte y fue la Axkid Minikid 2018, recién sacada y mejor aún que la “antigua” que teníamos.

Lo más importante para mi marido y para mí era que Paula viajara a contramarcha mientras hubiera una silla que se lo permitiera. No puedo estar más satisfecha con nuestra decisión porque, aunque me hubiera gustado no tener que comprobar lo segura que viaja mi hija, el pasado lunes 14 de enero tuvimos un accidente.

¡Qué cierto es que los accidentes no se pueden evitar, que nos sorprenden cuando menos lo esperamos! Aquí no  vale el “bah si es un trayecto corto” o “si yo conduzco bien, no corro y menos cuando llevo a los niños en el coche”. Eso da igual. Mi trayecto no podía ser más corto y no podía ir más despacio. Acababa de recoger a mi hija del colegio e íbamos a casa a comer, un trayecto de unos 10 minutos. ¿Velocidad? Menor imposible, estábamos paradas en un semáforo con un coche delante y otro detrás. Cuando más tranquilas estábamos, cuando mi hija de casi 4 años (los cumplía en dos días) me estaba contando lo que habían hecho en el cole, sentimos un golpe fortísimo por detrás e inmediatamente después sufrimos otro impacto, esta vez con el coche que teníamos delante.

No sabía ni qué había pasado pero mi única preocupación era bajarme a ver cómo estaba mi hija. Abrí la puerta, intenté salir pero todo me daba vueltas, estaba demasiado mareada como para poder llegar a ella. Me tuve que sentar y, muy nerviosa y casi al borde del llanto, le pregunté a mi hija cómo estaba. Ella, tan tranquila, como si nada hubiera pasado, con su vocecita me contestó “mami, estoy bien”. Pero mi preocupación no terminaba aquí. Sabía que Paula estaba bien y que ni siquiera estaba asustada pero yo estaba embarazada de 34 semanas y lo que no sabía era si mi bebé estaba bien.

Después del golpe todo sucedió muy rápido. Mucha gente a mi alrededor que había visto mi intento de bajarme del coche y estaban asustados, más aún al verme embarazada. De repente aquello se llenó de policías que muy amablemente se acercaron a Paula y se preocuparon por su estado y a mí me impidieron bajar del coche hasta que llegara la ambulancia y valorara la situación.

Paula e Izaskun tras el accidente

Cuando llegaron los sanitarios, dos fueron a atenderme a mí y otro a asegurarse de que Paula realmente estaba bien. Le preguntaron cómo estaba y ella respondió “yo estoy bien pero mi mamá está un poco mareada”. Yo me encontraba fatal pero sólo con oír cómo contestó, una sonrisilla se dibujó en mi cara. Tenía una mezcla de sentimientos. Por un lado, preocupación por cómo estaría Mario (mi bebé) y por otro, tranquilidad por saber que nuestra decisión de llevar a Paula a contramarcha le había evitado una lesión importante. Por no tener, no tenía ni el susto. Le preguntaron qué había pasado y en su inocencia contestó “ese coche blanco que ha chocado con nosotras”. Pobre coche blanco, que se había llevado el primer impacto pero eso mi pequeña no lo entendía.

Cuando tanto el sanitario que revisó a Paula como los policías me dijeron que la decisión de llevarla a contramarcha le había evitado sufrir lesiones importantes, ¡¡no os podéis imaginar lo que sentí!!

Después volví a agradecer que estuviera sentada de espaldas a mí y no viera cómo me sacaban del coche. Me dijeron que era por precaución, pero yo me asusté mucho. Impresiona que te saquen del coche totalmente inmovilizada y directamente a la camilla. En mi vida me había visto en una situación así y, por momentos, dudé incluso de que me estuvieran diciendo la verdad, que realmente fuera por precaución o que hubiera algo más y la lesión fuera más grave.

Ya en el hospital, tuvieron que valorar con ginecología si me hacían o no las radiografías pero dadas las circunstancias, todos coincidieron en que había que hacerlas para poder descartar fracturas y lesiones medulares. Hasta que no tuvieron los resultados, no me fueron quitando las protecciones que me habían colocado en espalda, cuello y cabeza. El diagnóstico fue varias contracturas en cervicales y espalda que me iban hasta el brazo derecho pero afortunadamente, “solo” era muscular que no es poco, pero es lo menos que podía ser.

Me pusieron collarín blando y me llevaron a ginecología para hacer un control del embarazo. Mi tripa estaba muy dura y tenía molestias. El control en cintos reveló que efectivamente había contracciones pero en ese momento, solo podíamos esperar y ver si esas contracciones eran por el golpe y se iban espaciando, o si por el contrario terminaba en un parto prematuro.  Gracias a Dios se fueron espaciando y poco a poco desapareciendo. Mario aguantaba dentro, ¡menos mal! Me advirtieron de que pasaría unos días con alguna que otra contracción y que estaría incómoda. Acertaron en todo pero no está pasando de esa incomodidad y malestar.

Me duele todo. Controlar este dolor con paracetamol es bastante complicado por no decir imposible. Sin embargo, cada vez que miro a mi hija y la veo jugar alegremente jugar con sus cosas como si nada hubiera pasado, me siento tranquila, relajada y orgullosa de haber tomado la decisión de llevarla a contramarcha.

Sé que a pesar de casos como el mío y de la cantidad de estudios que hay al respecto hay gente que sigue pensando que es una moda, una estrategia de los fabricantes para vender sillas más caras o peor aún, que toda la vida se ha ido de frente y aquí estamos. Pero estamos los que estamos, por desgracia otros muchos no lo pueden contar o cuentan historias muy distintas a la mía. Por supuesto, antes también había accidentes, pero no se difundían como ahora y no tenían la trascendencia que tienen hoy día gracias a internet.

También gracias a internet cada día hay más información sobre la importancia de viajar a contramarcha. Por mi parte, siempre he intentado aportar todo lo que estuviera en mi mano. Llevo ya tres años formando parte de las campañas de concienciación de la que para mí es mi amiga Marta pero que muchos conocen como “Una mamá de otro planeta”, gracias a ese empuje que tiene y que siempre me contagia, y os puedo asegurar una cosa: con esta experiencia que hemos vivido mi hija y yo, mi motivación para seguir informando sobre contramarcha es aún mayor.

La contramarcha es la mejor forma de proteger a nuestros hijos. Ya lo tenía claro, pero ahora más que nunca puedo aseguraros que tanto Paula como Mario irán a contramarcha mientras puedan. Sé que con sus Minikid podrán hacerlo mucho, mucho tiempo.

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